Sin embargo…
Una tarde, al abrir la puerta, un olor a café recién hecho atraviesa el pasillo hasta el primer recuerdo de Agripina y allí, lo inunda. Lo llena, la llena, como una borrachera, como una ópera, como un verano de siesta con amante, como el nacimiento de un hijo, como el dolor. La estela con vida propia ha cruzado el pasillo, recorriendo una distancia de años en segundos, deshaciendo los botones, abriendo las ventanas, penetrando en habitaciones oscuras y olvidadas. Agripina corre escaleras abajo, como el primer día, en su primer recuerdo. Cuatro pisos de vida y sólo un día de memoria. Cuatro pisos de vestidos sin poner.
Llega al portal. La luz de Barcaloca es el único cuadro de aquella exposición. Lo atraviesa.
Agripina anda hasta la estación y subiéndose al tren, despeinada, deja de par en par abiertos todos los rincones de su antigua casa.